Panel 1. Baldíos de la Nación


PANEL 1
Baldíos de la Nación en conflictividad
Miercoles 6 de Marzo 2013 - 9am 

En el marco del proyecto, realizado entre la Subgerencia de tierras del INCODER y la Corporación Latinoamericana Misión Rural, Acción de información comunitaria de los elementos de política para el uso de las tierras rurales de acuerdo con su vocación y en correspondencia con las actuaciones del Incoder, se desarrollan dos paneles estratégicos y  un Foro Internacional. 
 


Baldíos de la Nación en Conflictividad

La nueva política integral de tierras del gobierno nacional, contempla entre otras cosas, la restitución de tierras y la recuperación de los baldíos de la nación indebidamente ocupados. Pero actualmente, el Estado no tiene precisión sobre cuántos baldíos tiene y en dónde están ubicados, dos elementos que involucran un reto de grandes complejidades para las condiciones actuales, pues se parte de la ausencia de cifras y de información confiable.

En este escenario, el panel “Los baldíos de la nación en conflictividad”, se configura como un espacio de reflexión para mirar la situación actual de los baldíos en Colombia, las causas que los llevaron al estado actual, y las posibilidades efectivas y existentes en materia de recuperación; así como los temas que se entrecruzan con esta problemática, el desplazamiento forzado, la lucha territorial de los campesinos, y la inexplotación de la tierra.



Memorias Panel 1






Promocional


Panelistas


Jorge Enrique Vélez. 
Actual Superintendente de Notariado y Registro. Abogado de la Universidad Pontificia Bolivariana. Ha ocupado varios puestos en la administración de Medellín, donde ha desarrollado su carrera política. Ha sido asesor de la ONU para la Superintendencia de Transportes, Representante de Colombia al Cempes ante la OEA, asesor de tránsito de las alcaldías de Bogotá y de Pereira y miembro de las juntas directivas del Metro de Medellín.








Absalón Machado. 
Economista de la Universidad de Antioquia, con Maestría en desarrollo agrícola de la Universidad de Chile.  Experto en temas agrarios y agroindustriales. Ha estado vinculado a organizaciones como el CEGA, IICA, ANDI y el Ministerio de agricultura. En la academia con la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Antioquia y la Universidad de los Andes. Es miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas. Absalón Machado fue director académico del Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011, Colombia Rural – Razones para la esperanza. Actualmente es docente e investigador de la Universidad Nacional de Colombia.




Jhenifer Mojica. 
Abogada especializada en Instituciones Jurídico Procesales de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Experta en temas de restitución de tierras a víctimas del conflicto armado en zonas rurales. Ha estado vinculada con diversas organizaciones  a nivel nacional e internacional, entre ellas: el Ministerio del Interior y de Justicia, la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, USAID  y en el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural como asesora  para la formulación e implementación  de la ley de Víctimas y Desarrollo Rural.  Actual Subgerente de tierras Rurales INCODER.




Moderador
 
 Antonio Morales.
Antropólogo, periodista e investigador. Su carácter inquisitivo y juicioso en el análisis de los asuntos políticos, sociales y culturales del país, su pluma directa y su experiencia en el ámbito de las ciencias sociales, lo han llevado a trabajar en diversos campos como la prensa escrita, la televisión, y la academia. Ha sido galardonado en varias oportunidades con el Premio Simón Bolívar de Periodismo, el India Catalina, el Premio Nacional de Cuento, y el Premio Nacional de Periodismo CPB.
 


Ponencias



BALDIOS DE LA NACION EN CONFLICTIVIDAD
Ponencia 6 de marzo de 2013
Jhenifer Mojica Florez

1.       EL DESPOJO DE LOS BALDIOS EN COLOMBIA (Diagnóstico)

·         A raíz de la política de restitución de tierras, todas las instituciones han encontrado una serie de pendientes de muchos años que nunca han sido resueltos. Ejemplo: inventario de baldíos, desactualización catastral, falta de información registral, corrupción.
·         Se ha encontrado y caracterizado un despojo silencioso a través de la apropiación ilegal de los baldíos de la Nación. Aún es incalculable la magnitud de este despojo.
·         Formas de despojo de baldíos: apropiación física, titulaciones ilegales, falsas tradiciones, aclaración de linderos que incorporan baldíos a propiedades.
·         La administración de los baldíos es nula, esto propicia también el desorden en el uso y aprovechamiento de la tierra: Conflictos de uso, uso improductivo, latifundio improductivo, minifundio sin asistencia ni inversión, conflictos con ambiente y minería.
·         No hay conciencia sobre los baldíos que son de la Nación, ni en las instituciones, ni en los órganos de control, ni en los jueces, ni en la sociedad civil, ni en los ciudadanos.


2.       RETOS QUE REPRESENTA EL PROCESO DE RECUPERACIÓN

·         La responsabilidad sobre los baldíos aunque principalmente es del Incoder, también representa actuaciones necesarias por parte de otras instituciones: Registro de instrumentos públicos, IGAC y catastros, notarias, jueces, Ministerio Público, órganos de control, corporaciones autónomas, fiscalía y alcaldes.
·         La respuesta a estos problemas siempre requiere de una actuación coordinada del Estado en pleno. Cada actuación o proceso requiere de muchas otras actuaciones, por lo que no basta con el fortalecimiento de una sola entidad.
·         Un reto inicial es la información. Necesarias bases de datos, sistemas de información, introducción de nuevas tecnologías de georeferenciación, organización de archivos y articulación de sistemas para compartir información en línea.
·         Un reto fundamental es la capacidad institucional. Necesaria creación de grupos de trabajo, responsables, interdisciplinarios, técnicos capacitados, que tengan dedicación exclusiva a estos temas, y que cuenten con los recursos tecnológicos y financieros.
·         Un reto esencial es la voluntad política. Nuestro marco jurídico ha tenido previsto desde hace varias décadas las fórmulas para regular los baldíos, su preservación y su recuperación. Si esto no ha funcionado en parte es por la falta de decisión del Estado en pleno para hacerlos cumplir. Hoy se suman las dificultades que representa el hecho de abordar los problemas tarde, muchos años de errores y falta de determinaciones que ponen en riesgo la seguridad jurídica. Muchos de los casos se asocian a hechos de conflicto armado, tocan intereses ilegales, y esto aumenta el riesgo de los funcionarios en las actuaciones.
·         Los grandes retos, que requieren ser superados para darle sostenibilidad a estas actuaciones, necesitan de nuevos diseños normativos, formulas dinámicas que viabilicen soluciones en el mediano plazo y de estandarización de intereses y la conciencia para dar continuidad ya que no es un proceso rápido. Estos retos tienen que ver con la seguridad, acciones policivas y judiciales, inversión para el desarrollo rural, compensación a terceros de buena fe, intervención en el mercado de tierras para compensar algunos casos y la generación de una cultura de la formalidad en la tenencia de la tierra que impida volver al caos.
·         En algunos casos debe repensarse las fórmulas tradicionales que desde las figuras agrarias se regula la tenencia y aprovechamiento de baldíos. Ejemplo: Ante grandes desarrollos de colonización de zonas inadjudicables, en lugar de aspirar a desalojar todo, habrá que preferirse la regulación del uso de las tierras (Ciénagas y Parques Naturales).

3.       ESTRATEGIAS PARA LA RECUPERACIÓN DE BALDÍOS

·         Grupo élite interinstitucional: INCODER, SNR, IGAC. Actuación por barrido en zonas priorizadas.
·         Esfuerzo de descongestión de acumulado histórico. Procesos desde el 60 sin resolver. Aproximadamente 2000 procesos pendientes de respuesta.
·         Focalización en problemas gruesos: falsas tradiciones, tierras incultas, patrones generalizados detectados, necesidades de tipo ambiental.
·         Inventario y registro de baldíos: Sistematización de archivos históricos de INCORA/INCODER, Sistematización del registro de instrumentos públicos, Revisión y actualización del RUPTA, Georeferenciación de intervenciones de tierras.
·         Vinculación de la sociedad civil al proceso: Red nacional de orientadores de procesos agrarios, observatorio de tierras, cátedra de agrario, convenios con organismos especializados y acompañamiento y veeduría internacional


4.       BOLSA DE TIERRAS
·         El Estado necesita tierra para todo: restitución y compensación a víctimas, desarrollo de infraestructura y servicios sociales y públicos, superación de pobreza extrema, sustitución de cultivos ilícitos, consolidación territorial, relocalización de poblaciones rurales para desarrollo de otras políticas (conservación ambiental, grandes obras de infraestructura, minería, desastres naturales), paz.
·         La experiencia de subsidio para la compra de tierras ha resultado poco efectiva y costosa. La demanda siempre es superior a la oferta, se generan expectativas que luego aumentan la desconfianza en el Estado, los costos de buenas tierras son altos, la limitación en los subsidios hacen que se intervengan tierras de minifundio (se compra a campesinos para otros campesinos), la inseguridad en la tierra impide comprar, y los costos de transacción son altos.
·         La única vía para poder contar con una provisión de tierras necesaria para la redistribución son los baldíos de la Nación, que en este siglo ya no corresponde a la noción del baldío que debe ser colonizado. Lo que debe hacerse es buscar y recuperar los baldíos que fueron apropiados ilegalmente.



Baldíos de la Nación en conflictividad
Absalón Machado C[1]
1.    Configuración actual del campo colombiano según los tamaños de la propiedad y políticas redistributivas.
Colombia viene de un proceso de privatización de los baldíos que se inició especialmente en el siglo XIX con la denominada “feria de baldíos”, cuando el Estado entregó, sin criterios y ninguna exigencia productiva, extensiones enormes de tierras públicas a latifundistas, comerciantes, políticos, militares, empresas explotadores de petróleo, inversionistas extranjeros y tenedores de bonos de deuda pública. Este proceso se mantuvo en las primeras décadas del siglo XX con características nuevas, y con la ampliación a pequeños productores (colonos) durante los años veinte y treinta.
Después de las ley 200 de 1936 el proceso de titulación de baldíos continuó en grandes extensiones, y solo con la ley 135 de 1961 se regularon efectivamente los tamaños, intensificándose la asignación de tierras a colonos con el límite de la UAF. Estos procesos se complementaron con acciones privadas ilegales de apropiación de baldíos y tierras privadas, especialmente en las últimas décadas y a raíz del conflicto armado interno. 
De acuerdo con la clasificación elaborada por IGAC sobre los tamaños de los registros prediales[2], Colombia tiene una estructura predial de carácter multimodal donde la mediana y la gran propiedad tienen un predominio sobre la pequeña: esta representa el 17,52% del área (predios menores de 20 ha), la mediana el 38,57% (predios entre 20 y 200 ha), y la grande el 43,91% (predios mayores a 200 ha). Una aproximación a esta estructura, desde el punto de vista productivo, permite afirmar que además del latifundio extensivo y las economías campesinas o la pequeña propiedad, el país tiene un estrato de mediana propiedad donde se ubican un sector muy importante de explotaciones empresariales, o que usan tecnologías modernas; y que en la gran propiedad también se encuentran establecimientos comerciales de plantaciones (palma africana, explotación maderera, caña para biocombustibles, granos, etc).
De otra parte, los datos de uso del suelo indican la existencia de cerca de 39 millones de hectáreas en pastos, lo que ha sido calificado, en general, como ganadería extensiva. Desafortunadamente no se cuenta con datos que permitan calificar esta afirmación, pues existen pequeñas y medianas explotaciones con pastos en ganadería de leche y de doble propósito, y aun especializadas en carne, que no entrarían en el calificativo de ganadería extensiva[3]. Lo que sí es evidente es la existencia de un conflicto de uso del suelo, pues en ganadería sólo deberían estar 21 millones de hectáreas, en lugar de los 39 millones. 
Lo que quiero señalar definitivamente es que debemos pasar de las afirmaciones generales a los análisis más precisos y de tipo territorial o regional, para verificar que la estructura de la tenencia de la tierra, siendo altamente desigual por sus índices Gini de tierras, es altamente diferenciada y requiere de políticas agrarias diferentes según los territorios y sus contextos. Una reforma agraria como política general para todo el país, al estilo de la Ley 135 de 1961, no se ajusta a las características de la estructura actual, que no pude definirse como la contraposición latifundio-minifundio como en los años sesenta. Parte significativa del uso de la tierra se ha modernizado, y parte también notoria se ha latifundizado, especialmente durante el conflicto en los últimos 30 años.
Por eso, la afirmación de que “la expansión terrateniente y una colonización campesina que amplía la frontera agrícola componen las dos caras de la configuración actual del campo en Colombia”, introduce imprecisiones que estamos en mora de corregir. Si bien estos dos procesos son característicos en la ruralidad colombiana, no son únicos, pues a su lado se va extendiendo una agricultura comercial moderna no siempre fundamentada en grandes extensiones, donde la mediana propiedad es importante en algunas regiones.
De acuerdo con las clasificaciones del IGAC existen 17 departamentos de los 28 registrados (64,3% de los departamentos), sin considerar a Antioquia, donde la mediana propiedad (entre 20 y 200 ha) supera a la grande en el área controlada. Y en 10 departamentos de los 28, la mediana tiene más del 50% del área registrada en el IGAC. La gran propiedad (superior a 200 ha) solo es absolutamente predominante en Arauca, Casanare, Chocó, Meta, Sucre y Vichada. Si se elaboran las clasificaciones de tamaño considerando la UAF promedio municipal como medida de los tamaños, la estructura adquiere otras características.
Esta información de por sí sugiere que las políticas de redistribución o de tratamiento de la propiedad rural deben diferenciarse por regiones, y aplicar la tradicional política de reforma agraria (redistribución sin mayores criterios) si bien puede ayudar a resolver algunos problemas de inequidad, no soluciona la problemática rural. La política redistributiva tuvo las siguientes dificultades en su aplicación y concepción:
a)    Falta de decisión y poder político del Estado para realizarla y enfrentar los poderes e intereses de los grandes propietarios acumuladores de tierras
b)    Redistribuciones de tierras sin el adecuada acompañamiento en crédito, tecnología, acceso a mercados y bienes públicos
c)    Carencia de una estrategia articuladora de desarrollo rural que contemple como uno de sus componentes los procesos redistributivos
d)    Falta de una política nacional contra la inequidad y la mala distribución de la riqueza.
e)    Carencia de oportunidades para los pobladores rurales que pueda brindarles opciones diferentes de ingresos y empleos que complementen sus ingresos agropecuarios
f)     Oposición cerrada de los grandes propietarios de la tierra y ejercicio de un poder fundamentado en la propiedad rural
g)    Reglamentación de las normas agrarias que se han prestado a cuestionamientos jurídicos en su interpretación, dando espacios a los enemigos de la reforma
h)   Reformas agrarias sin apoyo de la sociedad urbana
i)     Precariedad de la institucionalidad de Estado para mantener una estrategia de desarrollo rural
j)      Carencia de mecanismos de evaluación y seguimiento a los programas, estrategias y proyectos,
k)    Debilidad de la organización campesina

2.    ¿cómo frenar la concentración y control monopólico de la tierra?
El marco de referencia en una la lucha contra la pobreza, el freno a los poderes desbordados, y el mal uso de la tierra, pasa en principio por una política pública guiada por la equidad y la búsqueda de la igualdad, como característica del desarrollo del país. Pero también empieza por una reflexión e investigación que permita identificar y precisar los factores que en una sociedad como la colombiana conducen a la concentración de la propiedad y su uso con carácter especulativo. Ello sustentaría una política integral contra ese fenómeno, más allá del desarrollo rural.
La premisa a considerar es que una redistribución de la propiedad fundamentada solamente en la fragmentación de la gran propiedad y el aumento del tamaño de las pequeñas, conservando la mediana propiedad, es insuficiente para contener los procesos que estimulan la concentración de la tierra. En una sociedad donde el mercado de tierras es altamente imperfecto, con un Estado sin una institucionalidad fuerte y adecuada para administrar los derechos de propiedad y el uso de la tierra, se requiere ir más allá del aspecto redistributivo de la propiedad. Una política en ese sentido debería contener elementos y procesos como:
·         Aplicar normas estrictas para cambiar el uso del suelo y pasar de actividades extensivas a más intensivas, e incluso sacar tierras de la producción para someterlas a procesos de recuperación. Ello es parte de un proceso de ordenamiento del territorio con base en la disponibilidad y uso de los suelos y el subsuelo.
·         Una política de desarrollo rural que tenga como estrategia fortalecer la pequeña y mediana propiedad en relación con la grande, pero que al tiempo respete la gran propiedad bien explotada que cumple su función social y ambiental, y además genera empleos para los pobladores rurales y promueve procesos de agregación de valor.
·         Usar los instrumentos fiscales para gravar las propiedades grandes mal explotadas y abandonadas. Y además gravar con tarifa adicionales a quienes quieran tener más propiedades en extensiones que superen las 10 UAF. En algunas zonas, y en casos estratégicos para el desarrollo, podrían establecerse excepciones, si la explotación grande adquiere compromisos de incorporar a pequeños y medianos en los negocios vía alianzas inclusivas que mantengan el protagonismo de los diferentes actores.
·         Adelantar una política de modernización del mercado de tierras, que se inicie definiendo como un bien público a la información predial y de derechos de propiedad, con acceso libre y transparente para todos.
·         Quitarle a la tierra, mediante diversos mecanismos, la característica de bien especulativo. El Estado debería expropiar y extinguir el dominio de toda tierra que se use y mantenga con esos fines de capturar rentas institucionales (valorización).
·         Iniciar el proceso de desconcentración de la propiedad mal usada en aquellas zonas donde el índice Gini de tierras supere 0.80, mediante un proceso acumulativo y gradual.
·         Delimitar zonas de reserva campesina en áreas donde exista potencial productivo y de diversificación de fuentes de ingresos.

3.    Una nueva estructura institucional
Los diferentes diagnósticos existentes en el país coinciden en afirmar que en el sector rural se ha presentado una des-institucionalización de lo público. Es decir, el Estado se ha ido debilitando significativamente en su capacidad y los arreglos institucionales necesarios, para atender las demandas de los pobladores rurales y resolver de manera eficiente y eficaz los diversos problemas críticos que caracterizan la ruralidad colombiana[4]. También existe consenso sobre la necesidad de crear una nueva institucionalidad para hacer operativo el criterio de un desarrollo rural con enfoque territorial, y avanzar en arreglos institucionales que han sido superados por los hechos.
Esa institucionalidad renovada requiere empezar por identificar una nueva estructura especializada en la administración del recurso tierra, desde el punto de vista de los derechos de propiedad y de su uso, incluyendo tierras privadas y públicas. Una estructura que funcione de manera independiente de las entidades que ejecutan políticas de desarrollo rural, manteniendo una coordinación estrecha entre ellas.
La estructura debe ser descentralizada, pero con unas políticas de nivel central que fijen las pautas de referencia para la aplicación en los territorios. La descentralización implica riesgos que deben tenerse en cuenta, como la cooptación, la corrupción, el clientelismo, el mal uso de los recursos por algunas administraciones locales, o su simple incapacidad, o falta de voluntad política para  apoyar procesos que implican transformaciones de la realidad.
Una entidad o estructura de esa característica requiere además de una visión integral del desarrollo rural territorial. Y debe tener como referente un verdadero ordenamiento territorial que vaya más allá de los aspectos administrativos. Tiene sentido diseñarla si se enmarca en una política y estrategia sostenible y sólida del Estado para el desarrollo rural.
En una institucionalidad renovada se hace indispensable que toda la sociedad organizada participe, empezando por los municipios y departamentos, los gremios, los académicos, las organizaciones sociales y económicas del territorio, las diferentes entidades públicas y sus programas, la superintendencia de Notariado y Registro, la Fiscalía y los organismos de control, y las ONG y programas de la comunidad internacional.
Sigue siendo un desafío reinventar los mecanismos de coordinación de una entidad que administre el recurso tierra, con las otras instancias públicas y privadas, tanto de orden nacional como regional y local.
Una estructura de esas características debe enfrentarse a tres tipos de estructuras de tenencia de la tierra (la legal, la ilegal y la informal). Por ello, requiere blindarse para que no sea desestructurada y cooptada. Ese blindaje puede construirse partiendo de información pública, el apoyo de la sociedad civil, la generación de una nueva burocracia capacitada, una reflexión permanente sobre los procesos en marcha, mecanismos ágiles de denuncia, el apoyo de la fuerza pública, el combate a la ilegalidad y la corrupción, la fortaleza institucional en las regiones, los asocios con el sector privado para algunas actividades, la veeduría ciudadana permanente (crear grupos elites de la sociedad civil para las denuncias calificadas), suministro de información –informantes sobre baldíos y derechos de propiedad, una especie de chepitos de la propiedad rural reconocidos). En fin, se blinda con la participación y el debate público.
4.    ¿Recuperar baldíos sin conocer su cantidad y ubicación?
La expansión de la frontera agropecuaria se ha dado con una normatividad insuficiente, y por lo general elaborada sin tener en cuenta una estrategia de transformación del mundo rural dentro de la modernidad, y si un modelo o estilo de desarrollo que busque beneficiar el desarrollo de la mayoría de la población. Las normas han sido además aplicadas dejando espacios para la ilegalidad.
Con la normatividad existe sobre baldíos se pueden recuperar los que pertenecen a la Nación. El problema está en la capacidad institucional para hacerlo, y en la falta de información sobre cuáles son, donde están, en manos de quién, y si una vez recuperados el Estado tiene como defender sus propios derechos frente a los despojadores que actúan en la ilegalidad y usan los vacíos existentes (debilidad en las notarías, oficinas de registro y el Incoder).
Considero que si es posible recuperar los baldíos, y los mecanismos deben partir del buen conocimiento sobre su existencia, ubicación y características. No está de más, sugerir la necesidad de elaborar un inventario, territorio por territorio, empezando por las zonas de colonización de las últimas décadas.  
El proceso debe incluir también la designación de un equipo élite especializado en el tema, que se desplace zona por zona haciendo un barrido para la identificación de los terrenos de la Nación. Ello requiere un proceso de capacitación rápido, y recursos financieros de emergencia. El equipo, en coordinación con la Superintendencia de Notariado y Registro, debe revisar la información existente en las Notarías y oficinas de registro de instrumentos públicos. Y esas labores se pueden complementar con cartografía social, donde la comunidad contribuye con información para esclarecer los derechos de propiedad.
Analizar con lupa las transacciones realizados en notarías y oficinas de registro de por lo menos los últimos 30 años, zona por zona, y donde existan sospechas de transacciones con baldíos, o zonas de intenso conflicto y presencia de grupos armados ilegales.
Y como estrategias de política el país debe tomar la decisión definitiva de revisar a fondo, o elaborar un nuevo catastro que incluya las tierras públicas y privadas, para redefinir linderos y derechos de propiedad. Y además, aplicar las normas vigentes sobe baldíos e irlas ajustando a medida que el proceso muestre donde están los vacíos. Darle todo el peso a combatir la ilegalidad, aplicando normas muy estrictas para los violadores de derechos.
La responsabilidad de hacer este trabajo debería estar en una entidad encargada del tema de tierras, y que no la mezcle con otras labores como el desarrollo rural.
El proceso de recuperación de baldíos puede hacerse, aun sin el conocimiento señalado antes, empezando con la información disponible mientras se diseña una estructura adecuada para ello. Es importante comenzar la recuperación en las zonas más críticas donde el Estado tenga indicios de despojos.
La información sobre baldíos se actualiza con dos procesos paralelos: cartografía social por regiones o zonas, actuación del grupo élite por zonas y territorios y un buen censo agropecuario que incluya mecanismos para identificar áreas donde existen baldíos. No puede dejarse de lado el desempolvar los archivos del Incora e Incoder, también con un grupo especial, con tiempos definidos y con prioridades. La actualización de la información la debe hacer el Estado aliándose con entidades privadas reconocidas que permitan credibilidad y confianza. También se podría acudir a entidades internacionales especializadas, mediante contratos o convenios de cooperación técnica.
En síntesis, la recuperación de tierras del Estado y la actualización de la información sobre baldíos es un proceso que exige combinar todos los procesos posibles para alcanzar una meta definida en el corto y median plazo.


[1] Ponencia presentada en el Foro realizado por el Incoder y la Corporación Latinoamericana Misión Rural, Panel “Baldíos de la Nación en conflictividad”, Bogotá, febrero 14 de 2013.
[2] IGAC, Atlas de la distribución de la propiedad rural en Colombia, Bogotá, 2012.
[3] Todos los estudios realizados en América Latina hasta ahora han mostrado que la pequeña propiedad y la mediana son más eficientes que la grande, y por lo general se explotan con diversas tecnologías y no pueden calificarse de propiedades de tipo extensivo.
[4] Una aproximación a esas problemáticas se puede encontrar en el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011, Colombia rural, razones para la esperanza, publicado por el PNUD, Bogotá.



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